martes, 21 de febrero de 2012

CAPÍTULO VI

Llegamos al aeródromo y vimos los aviones militares. Al ver esos gigantes aviones, me auto motivé pero de nada sirvió, porque yo mismo sabía que me esperaban días muy difíciles. Al mirar a Juan, veía que no tenía  miedo, sino tranquilidad.
Subimos al avión, nos sentamos y nos dimos el lujo de contarnos chistes. Eran momentos difíciles para mí ya que no me esperaba el traslado tan temprano a Afganistán.
Aterrizamos y enseguida, salimos corriendo y nos camuflamos entre los arbustos y matorrales. Nos movíamos acostados en la hierba porque el sargento había recibido noticias de que habían tiroteos por el bosque.
En media hora, llegamos a las tiendas de campaña donde pudimos descansar y comer. El camino fue duro para todos, Rafa nos decía con ironía, que iba a salir a gritar delante de todos. por supuesto, lo decía para animarnos.
Habían pasado los tiroteos del principio y nosotros nos tranquilizamos. Por la mañana, nos levantaron para ir a correr y yo , con el miedo superado, salí muy motivado. Corrimos durante una hora y enseguida nos volvimos a meter en las tiendas. Fuera, estábamos a diez grados bajo cero. Nos pusimos todos camisetas térmicas militares y nos pusimos a hablar, algo inusual porque normalmente no se daban esas camisetas.
Durante unos días estuvimos haciendo ejercicio y entrenando por las montañas para acostumbrarnos al frío de allí.
El sargento me llamó, me ordenó con una voz muy mandona que me tenía que ir con dos compañeros a por agua al río. Me fui con Rafa y Juan y por el camino, nos encontramos una serpiente y lo malo es que no me di cuenta y la pisé, estaba muerta antes de que la pisara. Seguramente por el frío.
 Encontramos el río, el sargento nos mandó aposta. Nos enfadamos porque el agua estaba congelada y nosotros como tontos no intuimos que el río estaría congelada cuando el sargento me lo mandó. Pero rompimos el hielo y sacamos tres botellas de agua. Llegamos a las tiendas y el sargento nos dijo que podía confiar en nosotros.

martes, 7 de febrero de 2012

CAPÍTULO V

Habían pasado tres meses de mi reclutamiento en el ejército y a mí me iba perfectamente en la mili. Hasta que llegó el sargento. Hizo filas y nos informó de una noticia muy grave y muy triste, había muerto Fran. El sargento nos informó de que aquella desgracia había sucedido en un asalto en Afganistán. La bala le había atravesado el corazón, así que no tenía esperanza de vida. A continuación, nos dijo que trasladaban  su cadáver a España en tres días.
Rafa, vino a hablar con migo y con Juan. Nos dijo que Fran y él, eran amigos íntimos del parvulario, se conocían desde los cuatro años. El teniente le había dado permiso para ir al funeral.
Al día siguiente, el teniente llamó a media cuadrilla al patio, entre ellos estábamos Juan, Rafa y yo. Nos dijo que posiblemente nos tendríamos que trasladar a Afganistán por órdenes del Secretario Nacional de Defensa. Fue una noticia muy inesperada, aunque hace un mes, nos avisaron de que esto, podía suceder.
El teniente nos dijo que en dos días nos confirmaría, si vamos o no. Rompimos filas y nos volvimos a la camareta (la habitación). El resto de compañeros, al enterarse de lo que nos dijo el teniente, nos dieron ánimos. La verdad es que, teníamos miedo después de saber la desgraciada noticia de Fran.
Pasados los dos días, el teniente volvió a llamarnos para decirnos si nos íbamos. Fuimos al patio corriendo, y el teniente nos dio la noticia. Nos íbamos. Nos íbamos en dos semanas. Nos dio vacaciones, justo dos semanas. Al día siguiente trajeron a Fran. Rafa se fue al funeral y nosotros no pudimos ver a Fran.
Nos fuimos a casa y yo, me despedí de todos mis familiares y amigos. No quería separarme de mi familia, ni un segundo. Pasaba esos días como si fueran mis últimos días de vida, eran terribles pero a la vez agradables porque estaba con mis seres queridos.
Cuando llegó el día de presentarme en el cuartelillo, fui y me reencontré con todos. Como dije antes, nos íbamos media cuadrilla. Nos despedimos con el saludo de visera y los aplauso de los demás hacia nosotros. Nosotros, nos subimos a los vehículos y nos fuimos al aeródromo militar,para irnos.

miércoles, 1 de febrero de 2012

CAPÍTULO IV

Este día, tuve mucha fiebre y el sargento ordenó a mis compañeros que me llevaran al gabinete del doctor para que me atendiera. La fiebre se me había subido hasta los 39'3 grados y la verdad es que me molestaba bastante, ya que no podía moverme de la litera por órdenes del sargento. Pasé solamente una noche allí, ya que se me había bajado enseguida gracias a los medicamentos. Cuando por la mañana llegué a la camareta (la habitación) me sorprendí muchísimo. Estaba nada más y nada menos que Rafa, el soldado más tímido de la cuadrilla. Aunque él era muy buena persona según lo que me contó Juan. Yo lo conocía solamente de vista porque Rafa siempre estaba callado, no solamente era yo el que lo conocía poco sino todos. Rafa, había empezado a hablar con todos y yo enseguida corrí hacia él para verle y hablar un poco con él. Era un chico estupendo y muy interesante. Hablamos de su distancia con todos y me contó que no era muy confiado y temía de que se la jugaran  con las bromas típicas de la mili. Algo que no entendí mucho. A mí nunca me hicieron la broma. La broma consistía en llenar las botas de arena para que por la mañana no pudiera ponérselas. En fin, le dije que nosotros no hacíamos ese tipo de cosas y él me creyó. En un par de minutos vino el sargento para ir  a practicar tiro. Pero no era una práctica habitual como las de todos los días. Teníamos que meternos en el bosque y con balas de goma, simular una guerra. Si nos daba alguna bala, daba igual donde, significaba que estábamos muerto y nos teníamos que salir del bosque. Estábamos en  grupos y el grupo que tuviera más sobre vivientes podía saltarse la siguiente práctica de hacer flexiones, etc... Yo, no conseguí sobrevivir y tuve que salir pasadas dos horas más o menos. Juan se salvó y no hizo las flexiones, los abdominales...
Por la noche, nos dejaron ver la televisión una hora. Vimos una película bélica, nos la pusieron para motivarnos por si nos teníamos que ir algún lugar de guerra porque estos últimos días habían muchos asaltos en Afganistán.

jueves, 26 de enero de 2012

CAPÍTULO III


Habían pasado dos meses de mi incorporación en el servicio militar y ya me sentía como un verdadero soldado. Ya me había hecho amigo de bastantes soldados y entre ellos estaba Javi, al que  casi ''mato'' un par de meses atrás durante la práctica de tiro. Parecerá raro, pero Javi no se enfadó conmigo, entendiendo que era principiante  y que no lo hice con mala intención.  Aquel día,  yo tenía turno de noche, la vigilancia era interminable y por si fuera poco, estaba obligado a llevar el pesado fusil entre manos. Al amanecer, cambié el turno y por suerte, el sargento me dio media hora de descanso mientras los demás se iban a correr, pero tenía una condición, tenía que incorporarme al resto, en cuanto pasaran los treinta minutos.
Al acabar de correr esos dichosos veinte kilómetros, me dí una buena ducha. La ducha era obligatoria y sobretodo después de correr. Me tumbé en mi cama y descansé todo lo que pude, porque el sargento hizo las filas para presentarnos a un nuevo recluta, Ximo un chico valenciano de veinticuatro años que había decidido entrar en el mundo militar. Pasó tres días con nosotros y se tubo que trasladar a otra base por órdenes del Teniente Rodriguez.
A los cinco días trasladaron a Fran, un soldado de nuestro brigada, a Afganistán. Juan me dijo que Fran lo había solicitado al Secretario de Defensa Nacional por una carta. Se la aceptaron hace días. Por cierto, Fran se fue con la moral muy alta, sabiendo que tiene que ser fuerte en Afganistán. Lo despedimos con una gran ovación y un saludo de visera.

martes, 24 de enero de 2012

CAPÍTULO II


Eran las siete de la mañana y... ¡LEVANTAROS NENAZAS, VAMOS, RÁPIDO! Nos gritaba el sargento. Yo, que era mi primera vez que me levantaba de ese modo, lo hacía a una velocidad  paulatina por que no estaba acostumbrado. Juan me daba enpujoncitos para que me levantara y a los diez segundos lo hice. Teníamos cuarenta segundos para vestirnos, y por desgracia, no llegué a hacerlo del todo y tuve que salir a correr sin las botas ni la chaqueta. Al acabar de correr, me fui a la ducha. Era la mejor ducha que me había dado en la vida. Nunca olvidaré ese día.
Juan me daba consejos de como tenía que portarme en la mili, aunque para mí eran muy raros. Para los soldados que ya tenían un tiempo allí, era algo normal. Rondaban las cinco de la tarde y vino el sargento. Tocaba practicar tiro. Tenía que vestirme con uniforme de guerra. Cuando nos fuimos a la pista, el sargento me llamó y me dijo que yo no podía practicar con los demás, ya que no tenía ni idea de disparar. Juan se ofreció como voluntario para enseñarme. Cuando cogí el arma, por unos segundo me sentí como un guerrero, me sentí fuerte, valiente, capaz de comerme el mundo. En un instante me sentí como Alyosha en la Batalla del soldado. A la hora de disparar, Juan cogió el arma y me hizo una demostración, y yo con una confianza enorme, cogí el rifle y... ¿Os lo imagináis? casi le doy a un compañero que estaba a cuarenta y cinco metros de mí. No me lo podía creer, me entró un miedo que no pude ocultar a Juan, pero Juan me dijo que nadie se enteraría y que el soldado al que casi mato no diría tampoco nada. Me dijo que todos éramos como una familia y que no pasaba nada. Al final de las prácticas, por fin aprendí a disparar. Al día siguiente, no pasó nada en concreto ya que hicimos totalmente lo mismo, pero tengo que decir que llegué a vestirme y disparé muy bien, algo que me puso contento por dentro.

lunes, 23 de enero de 2012

CAPITULO I


 
Hola, me llamo Steven James, tengo 23 años y soy soldado del ejército español.
Muchos os preguntáis por que tengo un nombre estadounidense. En realidad soy español pero mis antepasados eran de allí y mis padres decidieron ponerme este nombre y me cambiaron de apellido, aunque hasta ahora, no entiendo el porqué. Como dicen, ''cada cosa a su tiempo''.
Yo soy una persona que respeta la igualdad y odia el racismo. Yo no he venido aquí para matar gente, sino para ayudarla, aunque sé que no es el el lugar mas apropiado.
Voy a empezar hablando de como decidí hacer la mili. Desde pequeño tenía la ilusión de ser soldado y defender mi país y luchar por la paz, pero no entendía muy bien el concepto de ''soldado''.
En el año 2000, hace 12 años cuando tenía 11 empezó mi pasión por las películas bélicas y el ejército. A los 15 años, ya sabía que era un soldado, con todos sus detalles.
A los dieciocho años comencé mi carrera de periodista, pero la verdad es que no lo hacía con tanto gusto ya que mi pasión era el ejército y se podría decir que nada más. Cuando me gradué, enseguida entré en el ejército.
Cuando entré, sabía que me iba a ser difícil, pero lo tenía que superar. Esto era cuestión de acostumbrarse y yo lo sabía.
El primer día, se podría decir que estaba perdido, porque no estaba acostumbrado a este tipo de trato, pero como dige, es cuestión de acostumbrarse.
Conocí a mis compañeros de ejército y entre ellos estaba un viejo compañero de clase, Juan. Me asombré al verle. Le reconocí enseguida, pero no porque éramos amigos, sino que lo reconocí por que en el colegio no parábamos de discutir sobre el ejército. A él no le gustaba la mili. Lo que más me asombró, fue que él, que odiaba la mili,  estaba ahí, justo delante de mí, sirviendo a su país. Nos sentamos a hablar y le pregunté enseguida por que estaba aquí, me contesto con la voz baja, casi susurrada que era por dinero.
Sobre Juan ya contaré más adelante, ya que paso casi todo mi tiempo con él.