jueves, 26 de enero de 2012

CAPÍTULO III


Habían pasado dos meses de mi incorporación en el servicio militar y ya me sentía como un verdadero soldado. Ya me había hecho amigo de bastantes soldados y entre ellos estaba Javi, al que  casi ''mato'' un par de meses atrás durante la práctica de tiro. Parecerá raro, pero Javi no se enfadó conmigo, entendiendo que era principiante  y que no lo hice con mala intención.  Aquel día,  yo tenía turno de noche, la vigilancia era interminable y por si fuera poco, estaba obligado a llevar el pesado fusil entre manos. Al amanecer, cambié el turno y por suerte, el sargento me dio media hora de descanso mientras los demás se iban a correr, pero tenía una condición, tenía que incorporarme al resto, en cuanto pasaran los treinta minutos.
Al acabar de correr esos dichosos veinte kilómetros, me dí una buena ducha. La ducha era obligatoria y sobretodo después de correr. Me tumbé en mi cama y descansé todo lo que pude, porque el sargento hizo las filas para presentarnos a un nuevo recluta, Ximo un chico valenciano de veinticuatro años que había decidido entrar en el mundo militar. Pasó tres días con nosotros y se tubo que trasladar a otra base por órdenes del Teniente Rodriguez.
A los cinco días trasladaron a Fran, un soldado de nuestro brigada, a Afganistán. Juan me dijo que Fran lo había solicitado al Secretario de Defensa Nacional por una carta. Se la aceptaron hace días. Por cierto, Fran se fue con la moral muy alta, sabiendo que tiene que ser fuerte en Afganistán. Lo despedimos con una gran ovación y un saludo de visera.

martes, 24 de enero de 2012

CAPÍTULO II


Eran las siete de la mañana y... ¡LEVANTAROS NENAZAS, VAMOS, RÁPIDO! Nos gritaba el sargento. Yo, que era mi primera vez que me levantaba de ese modo, lo hacía a una velocidad  paulatina por que no estaba acostumbrado. Juan me daba enpujoncitos para que me levantara y a los diez segundos lo hice. Teníamos cuarenta segundos para vestirnos, y por desgracia, no llegué a hacerlo del todo y tuve que salir a correr sin las botas ni la chaqueta. Al acabar de correr, me fui a la ducha. Era la mejor ducha que me había dado en la vida. Nunca olvidaré ese día.
Juan me daba consejos de como tenía que portarme en la mili, aunque para mí eran muy raros. Para los soldados que ya tenían un tiempo allí, era algo normal. Rondaban las cinco de la tarde y vino el sargento. Tocaba practicar tiro. Tenía que vestirme con uniforme de guerra. Cuando nos fuimos a la pista, el sargento me llamó y me dijo que yo no podía practicar con los demás, ya que no tenía ni idea de disparar. Juan se ofreció como voluntario para enseñarme. Cuando cogí el arma, por unos segundo me sentí como un guerrero, me sentí fuerte, valiente, capaz de comerme el mundo. En un instante me sentí como Alyosha en la Batalla del soldado. A la hora de disparar, Juan cogió el arma y me hizo una demostración, y yo con una confianza enorme, cogí el rifle y... ¿Os lo imagináis? casi le doy a un compañero que estaba a cuarenta y cinco metros de mí. No me lo podía creer, me entró un miedo que no pude ocultar a Juan, pero Juan me dijo que nadie se enteraría y que el soldado al que casi mato no diría tampoco nada. Me dijo que todos éramos como una familia y que no pasaba nada. Al final de las prácticas, por fin aprendí a disparar. Al día siguiente, no pasó nada en concreto ya que hicimos totalmente lo mismo, pero tengo que decir que llegué a vestirme y disparé muy bien, algo que me puso contento por dentro.

lunes, 23 de enero de 2012

CAPITULO I


 
Hola, me llamo Steven James, tengo 23 años y soy soldado del ejército español.
Muchos os preguntáis por que tengo un nombre estadounidense. En realidad soy español pero mis antepasados eran de allí y mis padres decidieron ponerme este nombre y me cambiaron de apellido, aunque hasta ahora, no entiendo el porqué. Como dicen, ''cada cosa a su tiempo''.
Yo soy una persona que respeta la igualdad y odia el racismo. Yo no he venido aquí para matar gente, sino para ayudarla, aunque sé que no es el el lugar mas apropiado.
Voy a empezar hablando de como decidí hacer la mili. Desde pequeño tenía la ilusión de ser soldado y defender mi país y luchar por la paz, pero no entendía muy bien el concepto de ''soldado''.
En el año 2000, hace 12 años cuando tenía 11 empezó mi pasión por las películas bélicas y el ejército. A los 15 años, ya sabía que era un soldado, con todos sus detalles.
A los dieciocho años comencé mi carrera de periodista, pero la verdad es que no lo hacía con tanto gusto ya que mi pasión era el ejército y se podría decir que nada más. Cuando me gradué, enseguida entré en el ejército.
Cuando entré, sabía que me iba a ser difícil, pero lo tenía que superar. Esto era cuestión de acostumbrarse y yo lo sabía.
El primer día, se podría decir que estaba perdido, porque no estaba acostumbrado a este tipo de trato, pero como dige, es cuestión de acostumbrarse.
Conocí a mis compañeros de ejército y entre ellos estaba un viejo compañero de clase, Juan. Me asombré al verle. Le reconocí enseguida, pero no porque éramos amigos, sino que lo reconocí por que en el colegio no parábamos de discutir sobre el ejército. A él no le gustaba la mili. Lo que más me asombró, fue que él, que odiaba la mili,  estaba ahí, justo delante de mí, sirviendo a su país. Nos sentamos a hablar y le pregunté enseguida por que estaba aquí, me contesto con la voz baja, casi susurrada que era por dinero.
Sobre Juan ya contaré más adelante, ya que paso casi todo mi tiempo con él.